Hace algunos años, una buena amiga después de un fallido matrimonio estaba tratando de empezar de nuevo. Después de separarse e intentar por unos meses vivir de nuevo en casa de sus padres se dio cuenta de que le era necesario su propio espacio, así que haciendo de tripas corazón y estirando su magro presupuesto se aventuró a rentar un pequeño departamento. Aunque existe cierto romanticismo en la idea de empezar de nuevo, de tener un comienzo desde cero, las limitaciones en cuanto a lo económico en la mayoría de los casos distan mucho de ser románticas, estas, son en ocasiones, suficientes para desanimar al más curtido y es solo cuando la voluntad, la ingenuidad, la terquedad o una combinación de estas salen a flote cuando las cosas empiezan a hacernos cambiar el rumbo.
Fue en una ocasión después de ir al cine que nos quedamos fumando un cigarrillo en la calle antes de despedirnos cuando me contó una valiente historia, digamos que la expresión minimalismo nunca ha tenido una expresión más precisa que la de una cuchara. Si, una simple cuchara.
Resulta que al haber realizado su mudanza al departamento se dio cuenta que no tenía cubiertos, menos aún presupuesto, así que como buena hija se dirigió a casa de sus padres, entró a la cocina y se birló una cuchara, no un juego de cubiertos, menos una cuchillería, no, una simple cuchara.
Por inusual que parezca esa cuchara se convirtió en un símbolo de lucha, las cosas no iban del todo bien pero ese singular cubierto era un recordatorio de una vida mucho más simple en la cual, las necesidades básicas están cubiertas y no se necesita más, aunque haya grandes aspiraciones. Hay ocasiones en que la mejor motivación para hacer las cosas es saber que no se tiene más remedio, el saber que el único camino que se tiene es hacia adelante puede ser un aliciente realmente poderoso cuando se trata de no darse por vencido.
Aunque no fue fácil, aquella adversidad no le detuvo y hoy a siete años de su aventura, su vida dio un giro completo, se cambió de ciudad y regresó, estudió una maestría, se reencontró con el amor y este dio frutos con una hija que, por razones obvias se ha convertido en la mayor de sus motivaciones. Cuando me contó su historia le dije – Cuando todo esto pase tienes que enmarcar esa cuchara – Está demás decir que fiel a su costumbre acabó extraviándola en una mudanza, pero el espíritu permanece.
En muchas ocasiones nos frustramos o cuestionamos el porqué de una escasez o más aún, nos quejamos por nuestra situación sin tener el valor de dar un paso hacia aquello que puede, si no llevarnos a nuestra meta, si sacarnos de nuestra circunstancia. Nos preocupamos demasiado por el tamaño de nuestro televisor, la velocidad de la internet o el modelo del teléfono y nos olvidamos de contar aquello que realmente tiene valor como lo es la vida y nuestra propia familia.
Nos concentramos en aquello que no tenemos y dejamos de celebrar lo que sí, nos preocupamos por la falta de herramientas para salir adelante, cuando en realidad, tal vez sea muy poco lo que necesitamos para empezar a trabajar en nuestro futuro.
Creo que la gran mayoría podemos contar un episodio oscuro en nuestras vidas, un momento en el cual nos sentimos con ganas de tirar la toalla y dejar todo por la paz, pero si vemos esas situaciones siempre será en el pasado, es decir, por mucho que nos haya afectado en su tiempo, logramos salir avante, prevalecimos y continuemos viviendo, un poco más experimentados, un poco más conscientes, un poco más sabios.
Hay ocasiones en que podemos ser valientes para enfrentar y vencer a la adversidad con grandes armas, con grandes herramientas, tal vez con una armadura, tal vez con una espada, pero si en realidad tenemos la voluntad ¿Quién dice que no podemos obtener esa misma victoria con una cuchara?